La estrategia ya no puede ser un PDF que se guarda en un cajón. En un contexto volátil, la ventaja está en aprender rápido, ajustar el rumbo a tiempo y alinear a toda la organización para decidir con foco. La agilidad estratégica no es correr más: es saber hacia dónde merece la pena correr.
Flor Barone, nuestra socia y Gerente de Estrategia de Negocios, te explica con detalle cómo aplicar estas nuevas formas de hacer estrategia —más ágiles, iterativas y conectadas al negocio— en el siguiente artículo.
La foto ha cambiado: planificar como si el tablero no se moviera te encadena a decisiones caducadas. La agilidad estratégica trata la estrategia como un sistema vivo que se piensa, prueba en pequeño, aprende y se ajusta de forma continua. La pregunta clave deja de ser “¿seguimos el plan?” para convertirse en “¿estamos creando valor real con lo que hacemos ahora?”.
No va de improvisar, va de mantener un norte claro y permitir virajes cuando la evidencia lo pide. En lugar de proyectos largos que llegan tarde, trabaja con ciclos cortos, métricas útiles y decisiones valientes: continuar, escalar o parar. Fallar pronto y barato es mucho mejor que acertar tarde y caro.
Para que funcione de verdad, hay que romper la lógica de los silos y convertir la estrategia en una conversación transversal. El sentido lo da la visión compartida y los datos, no los feudos departamentales. La coordinación y la transparencia evitan esfuerzos dispersos y reorientan recursos hacia lo que realmente mueve la aguja.
Y un aviso importante: agilidad no es velocidad. Ir deprisa sin foco solo cansa. La agilidad exige liderazgo que escuche, suelte control y confíe en los equipos. Si aceptas que el contexto seguirá siendo incierto, tu ventaja competitiva estará en aprender antes que la competencia y decidir mejor con cada iteración.
¿Tu empresa está lista para dar el siguiente paso en plena incertidumbre? Escríbenos y tracemos el plan juntos.
