Hagamos un ejercicio sencillo:
Cuando leemos el término HABILIDADES BLANDAS, ¿qué es lo primero que te viene en mente?
Según la Real Academia de la Lengua Española, el término “blando”, sustantivo femenino “blanda”, significa:
1. Que cede fácilmente a la presión del tacto.
2. Suave, benigno, apacible.
3. Dicho de una persona: Pusilánime, de carácter débil.
Por lo cual, parte del significado (según la RAE) de “habilidades blandas”, resta mérito al impacto real que genera trabajar, desarrollar y potenciar estas habilidades dentro de un entorno profesional.
Ahora, hagamos un segundo ejercicio:
Responde a las siguientes preguntas:
- ¿Qué necesitas para influir en tu equipo y que cumplan con los objetivos propuestos?
- ¿Qué necesitas para facilitar tu integración dentro de un equipo de trabajo?
- ¿Qué necesitas para solucionar los problemas del día a día?
- ¿Para qué la presión/estrés no te desborden?
En un alto porcentaje, las respuestas a estas preguntas se traducen en un mayor desarrollo de las habilidades blandas. Realmente se denominan “blandas” por que se pueden moldear, transformar y mejorar.
Algunos ejemplos de estas habilidades son: capacidad de respuesta, adaptabilidad, colaboración, empatía, habilidad para comunicar/se, resolución de conflictos, creatividad, etc.
Visto así, el desarrollo de estas aporta valor desde 2 vertientes:
La primera vertiente hace referencia a nivel profesional, donde marca la diferencia entre las personas y las máquinas.
Según un estudio del Pew Research Center, las habilidades laborales más valiosas en el futuro más cercano serán aquellas que los programas informáticos no puedan replicar. Es decir, las soft skills. Sin embargo, un informe de McKinsey va más allá, analizando el porcentaje de horas dedicadas a diferentes tareas en 2030 con respecto a 2016. Como se ve en el siguiente gráfico, las que cobran más peso son las cognitivas, emocionales y tecnológicas.
La segunda vertiente hace referencia a nivel personal y se puede resumir en: “para poder vivir una buena vida”.
Para trabajar en su desarrollo, tenemos que partir de la premisa que las “personas NO SON, se COMPORTAN”; si nos “comportamos” tenemos más probabilidad de cambiar algo en nosotros que “si somos”.
Con lo cual, nuestra metodología se orienta en traducir las habilidades en comportamientos para que sean más comprensibles y viables de desarrollo “Yo no cambio algo que no dimensiono o comprendo”; Tomar conciencia respecto a mi grado de desarrollo e identificar de forma conjunta recursos internos y externos que necesito para acotar el recorrido entre el punto actual y el punto en el que desharía estar.
Por tanto, nuestra formación se convierte en una herramienta de doble sentido: por un lado te ayuda a “aterrizar” pero también te diseña un escenario que permita exponerte a través de un proceso de mentorización.