¿Dónde están las empresas hoy? ¿Qué han estado haciendo? ¿Qué van a hacer a partir de ahora?
Estamos inmersos en una fase de recuperación caracterizada por un clima de incertidumbre e inquietud continua. Los cambios de los que siempre hablamos son hoy en día más evidentes que nunca: cambian las expectativas de los clientes, cambian los hábitos de compra, los equipos se transforman y aquello que nos generaba seguridad y confianza hace unos meses, hoy se ha desvanecido.
Esta situación ha llevado a las organizaciones a mirar el corto plazo, a frenar proyectos de carácter estratégico y a conformarse con generar comportamientos reactivos y conservadores. Y por supuesto, todo esto ha afectado directamente a las personas y a su relación con la empresa de la que forman parte.
Solemos obviar la importancia de las personas en cualquier momento que requiera de adaptación a nuevas formas de funcionar. Sin embargo, somos las personas, con nuestra voluntad, actitud y comportamiento las que hacemos posible que las cosas ocurran.
Somos las personas, con nuestra voluntad, actitud y comportamiento, las que hacemos posible que las cosas ocurran. Clic para tuitearResulta por ello relevante contar con el equipo adecuado para hacer frente a lo que el futuro va a requerir de nuestras organizaciones.
Con este enfoque, abordamos los procesos de transformación cultural otorgando gran relevancia al papel de las personas y su alineamiento con los valores definidos y los comportamientos que los aterrizan. Haciéndolas partícipes y buscando su compromiso, en aras de garantizar el esfuerzo necesario y por tanto, el éxito de cualquier proceso de cambio.
Los departamentos de personas y talento son los grandes protagonistas a la hora de impulsar y ejecutar un proceso de transformación cultural
Dicho proceso parte retrocediendo al pasado para reconocer el camino recorrido, el modelo de negocio y los valores que nos han permitido llegar a la situación actual y cuáles son los que nos ayudarán al alcanzar los objetivos deseados.
En un segundo momento de análisis, mapeamos la cultura actual de la organización para determinar la distancia a trabajar y en la fase de implantación, llevamos a cabo las acciones necesarias para generar la transformación.
En esta fase resulta primordial trabajar los aspectos invisibles: creencias, pensamientos, sentimientos, etc., que provocarán los cambios de comportamiento, es decir, los aspectos visibles.
Son diversas las situaciones que pueden requerir de un proceso de transformación cultural: operaciones de integración, fusiones y adquisiciones; cambios organizativos; nuevos enfoques estratégicos; cambio generacional y reestructuraciones. Actúan como facilitadores el sentimiento y orgullo de pertenencia, la confianza y credibilidad en el proyecto y el hecho de compartir los valores organizativos.
Pueden resultar obstáculos como el miedo y la resistencia al cambio, o incluso no sentirse parte del proyecto o la falta de capacidad.
Por todo ello, a la hora de implementar un proceso de transformación cultural debemos actuar de forma contundente definiendo que aspectos debemos eliminar, cuáles mantener y cuáles incorporar. Aspectos relacionados con la comunicación interna, los estilos de liderazgo, las practicas de gestión del talento, factores del clima y bienestar organizacional y todos los procesos que definen la forma de tomar decisiones y resolver los conflictos.
Además, resulta esencial trabajar las competencias que permiten a los equipos implantar los cambios necesarios; desarrollar la resiliencia, la flexibilidad y adaptación al cambio facilita y acelera los procesos de transformación cultural.